sábado, 29 de septiembre de 2007

Nº1

Nº1 CAPÍTULO I. No me pequéis más, no lo soporto, si me volvéis a levantar la mano, seré yo quien os la levante y… ya soy mayor. De repente dejaron de pegarme, siguieron insultándome a gritos, me mandaron a mi habitación, me dijeron que no comería… pero nunca volvieron a levantarme la mano. No recuerdo que ropa llevaba, sé que era un domingo a mediodía, uno de los muy pocos domingos que no tenía partidos, por eso estaba en casa, en la que se suponía que era mi casa, la casa que para todos hubiera sido mi casa, para todos menos para mí. Era un cobarde, había planeado cientos de veces mi fuga, pero me faltaba el arrojo para irme. Cualquiera que me conociera, hubiera dicho que lo que me sobraba era eso, arrojo, pero vivía una gran mentira, la más grande de las mentiras. Seguía viviendo con mis padres porque me faltaban huevos y nadie se lo hubiera imaginado, sólo las paredes de aquella puerta izquierda del segundo piso del número 16 del Paseo Briansó sabían la verdad, era un cobarde, un adolescente cobarde que se conformaba con aquella vida de mierda que le esperaba al llegar a casa, a esa casa que sólo consideraban mía los demás. Era más cómodo comer siempre solo la comida fría cuando volvía de clase, cenar frio todos los días cuando regresaba del entrenamiento allá por la media noche, prepararme todas las mañanas el desayuno antes de que se levantaran los demás e irme a clase muy temprano. Pero no porque las clases en el instituto empezaran tan temprano, no, simplemente era otra forma de vivir en soledad, de evadirme de allí, de sobrevivir a mi cobardía sin mudar la apariencia.

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